En los últimos años hemos sido testigos de como la ciencia ha evolucionado mejorando nuestras vidas y “curando enfermedades”
que antiguamente parecía algo completamente impensable. Pero en la
actualidad, la ciencia ha pasado de ayudar a la humanidad a considerarse
Dioses, con el poder de crear y destruir a su antojo. Cuando los
científicos violan los tabúes morales, siempre ocurren terribles
consecuencias. Y esto mismo lo podemos encontrar en nuestra narrativa,
que se remonta al menos a la conocida obra literaria de Mary Shelley
Frankenstein. Que por muy buenas intenciones que nuestros científicos
puedan llegar a tener, sus resultados traspasan los límites éticos
produciendo daños irreparables en nuestra sociedad.
Pero ahora, como si se tratara de una novela de ciencia-ficción, un
científico afirma que es posible colocar la cabeza de una persona en
otro cuerpo humano. El científico italiano Sergio Canavero cree que ha
llegado el momento de completar con éxito el primer trasplante de cabeza
humana de la historia, lo que según el propio científico, podría llevar
a soluciones para los que sufren de distrofia muscular o tetrapléjicos
con fallo orgánico generalizado.
Doctor Sergio Canavero, juagando a ser Dios
Los
trasplantes de cabeza no es nada nuevo, se han intentado desde la
década de 1950 cuando el científico ruso Vladimir Demikhov experimentó
con perros. Veinte años después, el neurocirujano americano Robert White
llevó a cabo con éxito un trasplante de cabeza de un mono al cuerpo de
otro. El mono vivió durante varios días, pero gracias a las carencias
científicas y tecnológicas, no se pudo conectar las dos médulas
espinales, siendo el resultado final la muerte del mono.
Pero al
parecer, Canavero describió en un artículo reciente como conectar los
donantes y receptores de médula espinal, el único paso que faltaba en
los procedimientos anteriores. Aunque el nombre del procedimiento
sugiere lo contrario, el beneficiario recibiría un nuevo cuerpo, no una
nueva cabeza. Tanto el cuerpo receptor como el cuerpo del donante se
cortan antes de conectar el receptor a un nuevo cuerpo. Para ser
trasplantado, la cabeza tendría que ser enfriada entre 12 y 15 grados
Celsius. Entonces, las dos cabezas deben ser cortadas exactamente al
mismo tiempo y en la misma sala de operaciones. A continuación, los
cirujanos tienen una hora para conectar la cabeza al cuerpo del donante,
que también se enfría y se coloca por debajo de un paro cardíaco.
Y
el nuevo desarrollo de Canavero para conectar la médula espinal se
llama el procedimiento GEMINI, durante el cual los cirujanos cortan la
médula espinal enfriada con cuchillas muy afiladas.
“Es este
un corte limpio la clave para la fusión médula espinal, ya que permite
que los axones cortados se fusionen con sus homólogos distales”, describe Canavero.
Canavero
también dice que algunos productos químicos, tales como
polietilenglicol o PEG se pueden utilizar para fundir inmediatamente las
médulas espinales. Una vez que la médula espinal de los receptores y
los donantes están conectados correctamente, el corazón del cuerpo puede
ser “reiniciado”, el bombeo de sangre hacia el cerebro y la “temperatura normal puede llegar en cuestión de minutos”.
El científico “iluminado” dice que todavía hay mucho trabajo por hacer, ya que la fusión de la médula espinal tiene que ser aprobada, y sobre todo que no ha tenido tiempo de ocuparse de los aspectos éticos de la intervención.
Pero la excusa para defender este tipo de intervenciones, es que podría
llegar a ofrecer una posible cura para las personas con enfermedades
que dejan sin funcionamiento al cerebro, mientras que afecta al resto
del cuerpo, como las distrofias musculares progresivas, o incluso varios
desórdenes genéticos y metabólicos de la juventud.
El trasplante de cabezas a lo largo de la historia
Los
años 50 y los años 60 fueron una época dorada para la comunidad
científica. A raíz del primer trasplante de órganos humanos en 1954, ya
se pensó en la posibilidad de los trasplantes de cabeza humana. La
fascinación científica por la vida después de la decapitación se remonta
a tiempos antiguos, más allá de la guillotina de la Revolución
Francesa. Como solía ocurrir en el siglo XX, los perros y los monos eran
los designados por la ciencia para realizar grandes sacrificios en
nombre de la humanidad. El cirujano estadounidense Charles Guthrie
trasplantó la cabeza de un perro sobre el cuello de otro en 1908, por
supuesto que con el financiamiento del gobierno, y también el cirujano
soviético Vladimir Demikhov intentó un trasplante de órgano superior
canino en 1951. Para no ser menos, los Estados Unidos financió el
trabajo del neurocirujano Robert J. White, a mediados de 1960. White
experimentó con el trasplante de cerebros de un perro y un mono en otros
animales. Su trabajo culminó con un experimento en 1970, ya que el
trasplante pudo sobrevivir en la cabeza de un mono Rhesus.
“Recuerdo
que la cabeza se movía, las expresiones faciales parecían mostrar un
terrible dolor, junto con la confusión y la ansiedad en el animal. La
cabeza se mantenía con vida, pero no duro mucho tiempo. Fue horrible, yo
creo que nunca se debe hacer de nuevo”, explico White a varias revistas científicas.
¿A dónde queremos llegar?
Por suerte, no todos
los científicos están de acuerdo con que se pase los limites morales de
la vida. Incluso algunos expertos afirman que este tipo de experimentos
son muy parecidos a las atrocidades médicas realizadas por los nazis
que están bien documentados. Lo que realmente es aterrador, es la
utilidad de esta información por parte de la ciencia médica. Gran parte
de nuestros conocimientos médicos se basaron en estos datos, planteado
muchas preguntas sobre la moralidad de los experimentos científicos. En
la actualidad, sabemos que la ciencia es capaz de clonar cualquier ser
vivo, que es posible volver a la vida a animales extintos, pero no por
ello se debe hacer. ¿Dónde están los límites? ¿Estamos ante una nueva
secta llamada ciencia?
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